«¿Es la Enfermedad Parte del Plan de Dios?
Aunque muchos ven la aflicción como una prueba divina, la Biblia deja en claro algo sorprendente: la enfermedad no es una bendición.
¿Es posible que la enfermedad no sea parte del plan de Dios? Aunque muchos ven la aflicción como una prueba divina, la Biblia deja en claro algo sorprendente: la enfermedad no es una bendición. Según las Escrituras, la enfermedad es una consecuencia del pecado y una aflicción impuesta por el mundo y el enemigo, quien busca robar, matar y destruir. Pero entonces, ¿por qué Dios permite el sufrimiento? Y, lo más importante, ¿Cómo se puede recibir la sanidad que Él ofrece?.
Este mensaje puede cambiar la manera de ver el dolor y abrir una puerta hacia una vida plena.»
Paso 1: Reconoce que Dios no desea enfermarte
La enfermedad no es una bendición de Dios, sino una maldición como consecuencia del pecado. Es una aflicción causada por el mundo y el diablo, quien busca robar, matar y destruir. Debes reconocer que no es el deseo amoroso y bondadoso de Dios que suframos enfermedades, pero a veces lo permite y usa como un medio para traernos de vuelta hacia Él. Dios habla a través del dolor y la aflicción para hacernos reflexionar y volver a Él. La enfermedad es un medio de disciplina del Padre. Otras veces Dios lo permite para probar nuestra fe, como fue con Job.
Juan 10:10: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”
Job 33:19-22: “También sobre su cama es castigado con dolor, y con fuerte dolor en todos sus huesos, que le hace que su vida aborrezca el pan, y su alma la comida suave.”
Hebreos 12:6-7: “El Señor disciplina a todo el que ama, y castiga a todo al que acepta como su hijo. Soporten esos sufrimientos, acepten la disciplina del Padre, porque Dios lo hace con amor de padre, para corregir a sus hijos.”
Un ejemplo bíblico es Job, quien sufrió grandes aflicciones y enfermedades. Estas no fueron enviadas por Dios como una bendición, sino permitidas para probar su fe y finalmente restaurarlo y recompensarlo con doble bendición.
Reconocer que la enfermedad no es una bendición de Dios nos ayuda a buscar su sanidad con fe y esperanza. Entender que las aflicciones pueden ser usadas por Dios para hablarnos y guiarnos de vuelta a Él nos da una perspectiva más profunda sobre el sufrimiento. Las consecuencias de no reconocer que la enfermedad es una maldición como consecuencia del pecado, la desobediencia y el descuido de tu salud física, emocional y espiritual, te pueden llevar a vivir en confusión y desesperanza, sin confiar en la sanidad divina. Buscarás la sanidad por todos los medios y no acudirás a Dios con fe genuina.
Es necesario que reflexiones sobre cómo estás espiritualmente, cómo está tu fe, tu obediencia a la Palabra y tu primer amor por Dios. Examínate con sinceridad y pídele a Dios que te haga ver tu estado espiritual. Como dice el Salmo 139:23-24: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.”
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Paso 2: Reconcíliate con tu Sanador
Para recibir tu sanidad, necesitas cambiar del estado de maldición o disciplina al estado de bendición espiritual. De la enfermedad y muerte eterna, a la salud y vida eterna. Y esto comienza al reconciliarte con Dios, pidiéndole perdón por tus pecados, convirtiéndote a Cristo y aceptándolo como tu Dios, Señor, Salvador y Sanador.
Tu conversión a Cristo transforma tu vida y te cambia de estado espiritual, de enfermedad y muerte, a sanidad y vida eterna. Y si eres cristiano y te has alejado de Dios, reconcíliate y vuelve al Padre como el hijo pródigo, y recupera tu salud.
Según Romanos 10:9: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.”
Además, Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.”
Un ejemplo bíblico de esto es el ladrón en la cruz (Lucas 23:42-43), quien, a pesar de su vida de pecado, al reconocer a Jesús y pedirle que lo recordara en su reino, recibió la promesa de estar con Él en el paraíso. Recibió el perdón y la salvación. Sin la salvación, no podemos acceder plenamente a las promesas de sanidad y bendición que Dios ofrece; porque permanecemos separados de Dios y no podemos experimentar la plenitud de la sanidad y restauración. La reconciliación con Dios es fundamental para recibir su sanidad.
Hoy puedes reconciliarte con Dios. Si aún no te has convertido a Cristo, acéptalo como tu salvador, con esta oración:
“Señor Jesús, reconozco que he vivido alejado de ti, he pecado contra ti, he ofendido tu santidad, reconozco que hice mal y me vuelvo a ti. Hoy de corazón te pido perdón por mis pecados y te acepto como mi Dios, mi Señor, mi Salvador, y mi sanador. A partir de hoy empiezo una nueva vida contigo. Te ruego que me sanes para servirte toda mi vida. Amén.” Si ya estás convertido a Cristo, eres hijo de Dios, pero estás tibio espiritualmente, has dejado tu primer amor, te has alejado de Dios, reconcíliate con esta oración:
“Señor Jesús, reconozco que te he fallado, descuidé mi relación contigo y ahora estoy tibio espiritualmente, he dejado mi primer amor por ti, dejé de servirte como Tú te mereces. Hoy te pido perdón de corazón, me reconcilio contigo, recíbeme como recibiste al hijo pródigo y restaura mi relación contigo, dame acceso a tus bendiciones y tu sanidad. Prometo ser un hijo obediente y un siervo fiel. Amén.”
Al convertirte a Cristo o reconciliarte con tu sanador, se establece la sanidad en tu alma, para luego ser evidente en tu cuerpo, manifestarse en tus relaciones, todos lo vean y Dios sea glorificado como tu sanador.
Paso 3: Recibe la Sanidad de tu Alma – Sanidad Interior
Con tu reconciliación o conversión a Cristo, estás en paz con Dios, contigo mismo y con tu prójimo. Esto significa sanidad espiritual, que se ha establecido en tu alma.
Isaías 53:5 describe: “Pero Él fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, por sus heridas alcanzamos la salud.” En este texto, se ve el orden: primero nos da la salvación del alma y luego nos da salud o sanidad emocional y física.
Un ejemplo donde primero es la salvación lo vemos en el paralítico de Capernaum, en Marcos 2:1-12, que lo trajeron a Jesús para que lo sanara. Y el Señor primero le perdonó sus pecados: “tus pecados te son perdonados” y luego lo sanó de su parálisis: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.” El paralítico al instante se levantó sano. En el plan de redención de Cristo, primero se establece “La Salvación del alma”, “La Paz con Dios”, la “sanidad espiritual”, para luego traer sanidad a tu interior, las emociones, la mente, el cuerpo y tus relaciones.
- En Salmo 147:3 dice: “Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.”
- Efesios 4:23 dice: “Y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente.”
- Salmo 23:3 dice: “Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.”
El apóstol Pablo enseña que esta sanidad incluye la renovación de la mente. La sanidad interior es la sanación y restauración de las heridas emocionales, mentales y espirituales que la persona acumuló a lo largo de su vida sin Cristo. Esta sanidad se establece en la conversión a Cristo y se va perfeccionando hasta alcanzar la completa paz y bienestar en el interior, que es la vida abundante con Cristo.
La sanidad interior implica la liberación y sanación de traumas y heridas del pasado que afectan nuestra salud emocional, espiritual y física. También una transformación interna que lleva a una mayor paz, gozo y capacidad para amar y perdonar. Conduce a desarrollar fortaleza espiritual y emocional que permite enfrentar las adversidades con mayor resiliencia. Y afirma la identidad en Cristo, que es fundamental para una vida saludable.
Paso 4: Recibe la Sanidad en tu Cuerpo Físico
La sanidad del cuerpo físico es una parte integral de la obra redentora de Cristo, que abarca la restauración espiritual, emocional y física. Dios desea que tengamos salud física como parte de Su plan de redención. La Biblia dice:
- Mateo 8:17: “Para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.”
- 1 Pedro 2:24: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.”
Un ejemplo bíblico es la Mujer con Flujo de Sangre (Marcos 5:25-34): Esta mujer, que había sufrido por muchos años y que los médicos no podían curar, fue sanada instantáneamente al tocar el manto de Jesús con fe. Su historia es un poderoso testimonio de cómo la fe en Jesús puede traer sanidad física. Así como la sanidad de esta mujer, en la Biblia y en la historia de la humanidad existen innumerables testimonios de sanidades y seguirá habiendo, porque Cristo sigue sanando. Lo hizo ayer, lo hace hoy y lo hará siempre (Hebreos 13:8).
La sanidad física es muy importante porque es una demostración del poder de Dios y de Su amor por nosotros. Nos permite vivir una vida activa y productiva, cumpliendo Su propósito. Además, es una manifestación tangible de la obra redentora de Cristo, que incluye la restauración completa del ser humano.
Para lograr la sanidad física, debes:
- Orar con Fe por sanidad de cualquier enfermedad física.
- Confiar en las Promesas de sanidad divina.
- Buscar Ayuda Espiritual y Profesional.
- Mantener una Vida Saludable, cuidando tu cuerpo, que es templo del Espíritu Santo, con una alimentación adecuada, ejercicio y descanso.
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Paso 5: Recibe la Sanidad para tu Familia
La sanidad también se extiende a nuestro hogar y familia, trayendo restauración y paz a nuestras relaciones y ambiente familiar. Además, Dios sana a tu familia para usarlo como instrumento de sanidad para otros.
- Hechos 16:31: “Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.”
- Josué 24:15: “Pero yo y mi casa serviremos a Jehová.”
Un ejemplo del interés de Dios por sanar a la familia lo vemos en Mateo 8:14-15: Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, vio que la suegra de Pedro estaba en cama y con fiebre. Jesús le tocó la mano y la fiebre la dejó. Entonces ella se levantó y empezó a atenderlos.
Sin que nadie lo pidiera, Jesús la sanó, haciéndonos ver que tanto la salvación como la sanidad es para toda la familia, para que todos le sirvan a Dios, como lo dijo Josué: “Yo y mi casa serviremos a Jehová.” (Josué 24:15).
La sanidad espiritual y física en el hogar es esencial para una vida familiar armoniosa y feliz. Un hogar sano a plenitud refleja la vida, el amor, la paz y el poder de Dios, lo cual es un testimonio poderoso para otros.
La sanidad espiritual y física de la familia ingresa a casa por un miembro de la familia: “cree y serás salvo tú y tu casa.” Si tú eres cristiano, debes orar por la sanidad y restauración de tu familia, estudiar, enseñar y declarar la Palabra de sanidad, y buscar la guía del Espíritu Santo en las relaciones familiares.
Cree que lograrás ver la sanidad en tu familia. Aunque se demore, verás que Dios cumplirá sus promesas de sanidad. No desmayes, porque luego serás un instrumento de sanidad para otros.
Paso 6: Acepta que Serás un Instrumento Sanador para Otros
Dios te sana para que experimentes Su amor y poder, tu testimonio ayude a otros y seas usado por Dios como Su instrumento para sanar a otros. “Ser sanado y luego convertirte en un instrumento de sanidad para otros es la parte esencial del plan de Dios.” Por esta razón, es muy importante tu sanidad para que seas instrumento de Dios. Jesús habló referente a Ananías sobre Saulo: “Ve, porque él es mi instrumento elegido para llevar mi mensaje a los gentiles y a reyes, como también al pueblo de Israel” (Hechos 9:15). Dios salva al perdido para que salve a otros. Libera al cautivo para que libere a otros. Sana al enfermo para que sane a otros. La Palabra dice:
- 2 Corintios 1:4: “Él nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos consolar a los que están en tribulaciones, por medio de la consolación con que somos consolados por Dios.”
- Mateo 10:8: “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.”
- Apocalipsis 12:11: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos; no tuvieron miedo a perder la vida, sino que estuvieron dispuestos a morir.”
Cómo Ser un Instrumento de Dios para Sanar a Otros
- Has un compromiso con Dios: Un compromiso de “Compartir tu testimonio de sanidad a otros” y “Ser su instrumento de sanidad para otros.” Tu compromiso debe ser sincero y firme, no solo por interés de recibir sanidad. (Dios conoce tu corazón).
- Demuestra tu Fe en el Proceso: Aun cuando estás en proceso de sanidad o en peligro de tu vida. Como los tres jóvenes Sadrac, Mesac y Abednego le dijeron a Nabucodonosor: “Dios nos puede salvar del horno de fuego y si no nos salva, igual serviremos a Dios.” Esa determinación les trajo salvación (Daniel 3).
- Testifica de La Palabra de Dios: Habla lo que Dios dice en Su Palabra, que es nuestro Sanador, Salvador, Libertador y Señor, aun estando en proceso de sanidad y no teniendo la evidencia de tu completa sanidad. ¡Eso es fe!
Creer, aunque no lo veas. Hablar de tus experiencias es solo una demostración de tu fe, que va en aumento.
- Ayuda a los Enfermos: Hay muchos que te necesitan, visítalos, ora por ellos, envíales este video, compárteles tu fe. Jesús dijo: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos” (Lucas 5:31). Tú serás un instrumento que lleve a Jesús, el médico de médicos, a los enfermos.
- Espera la Recompensa de Dios: Él es fiel y justo, y te recompensará por todo el bien que hagas por otros, en el cielo y en la tierra. “El bien que haces, volverá hacia ti.” Los hombres harán por ti, lo que tú hagas por ellos (Mateo 7:12).
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Conclusión: La Enfermedad No es Bendición de Dios
La enfermedad no es bendición de Dios, es una consecuencia del pecado y una aflicción causada por el mundo y el diablo, quien busca robar, matar y destruir. No es el deseo amoroso de Dios que suframos enfermedades, pero a veces permite y usa la enfermedad para traernos de vuelta a Él. También, algunas veces, lo permite para probar nuestra fe.
Veamos el resumen en estos 6 pasos que debemos dar para recibir la sanidad divina:
Paso 1: Reconoce que Dios no desea enfermarte
La sanidad divina comienza con la salvación del alma, aceptando a Cristo como tu Dios, Señor, Salvador y Sanador. Esto permite que la obra redentora de Cristo transforme tu vida y recibas Sus bendiciones y sanidad.
Paso 2: Reconcíliate con tu Sanador
La sanidad divina se establece primero en el espíritu y el alma, al recibir el perdón de los pecados y convertirse a Cristo. Esto trae paz con Dios, consigo mismo y con el prójimo, estableciendo la sanidad espiritual.
Paso 3: Recibe la Sanidad de tu Alma – Sanidad Interior
La sanidad divina se establece primero en el espíritu y el alma, al recibir el perdón de los pecados y convertirse a Cristo. Esto trae sanidad interior, paz con Dios, consigo mismo y con el prójimo.
Paso 4: Recibe la Sanidad en tu Cuerpo Físico
La sanidad física es parte integral de la obra redentora de Cristo. Dios desea que tengamos salud física como parte de Su plan de redención.
Paso 5: Recibe la Sanidad para tu Familia
La sanidad también se extiende a nuestro hogar y familia, trayendo restauración y paz a nuestras relaciones familiar y con nuestras amistades. Dios sana a tu familia para usarlo como instrumento de sanidad para otros.
Paso 6: Acepta que Serás un Instrumento Sanador para Otros
Dios te sana para que experimentes Su amor y poder, y para que tu testimonio ayude a otros. Ser sanado y luego convertirse en un instrumento de sanidad para otros es parte esencial del plan de Dios.
¿Qué acciones tomarás hoy para recibir la sanidad de Dios, que transforme tu vida y te conviertas en un instrumento de sanidad para otros?